Decía la madre por estas fechas:
¡Vamos a hacer pestiños!
La tarde despertaba
la cocina se vestía de fiesta
y en los ojos de los niños
nacía una luz juguetona llena de felicidad.
Desde el rincón desfilaban
los trapos pendientes de estrenar
preparados para limpiar con esmero
las manitas embadurnadas de harina
de los dueños de la eternidad.
El aire se vestía de mil sabores
mil sabores dulcemente organizados
por la cuidadosa destreza de una jefa sin par.
Esa figura magistral
que era mandamás y era ángel guardián.
Era la madre, nada menos y nada más.
Y así año tras año, todo estaba preparado
en esos días deliciosos
del preludio de la Navidad.
Este año hay un vacío
hay una voz que no canta
y un trapo de cocina
que se queda sin usar.
Pero madre... este año quiero que sepas
que nunca vamos a olvidar
nada de lo que vivimos
mientras hacíamos pestiños
celebrando gozosos que llegaba Navidad.
Este año cuando te asomes desde el cielo
quiero que levantes el pulgar
cuando veas que hemos logrado
como tú nos enseñaste y
sin olvidarnos de “na”,
a vivir la Navidad.
Azrael Adhara
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