Al atardecer, las sombras se
cernían sobre el sendero que atravesaba el bosque. Alicia caminaba con multitud
de monstruos que asaltaban su mente ofreciéndole compañía, cuando apareció el
Sombrerero haciéndole una reverencia y le dijo: No te asustes, es el viento que
canta; pasa y siéntate entre las cuerdas del violín, tengo té y compota de
manzana. Te invito,… si me regalas un sueño.