Este
es el sitio exacto
donde
grita y llora la impotencia;
donde
la desnudez se escora
ante
las puertas del infierno.
¡Dicen
que en los infiernos no hay niños!
¡Que
los niños van al cielo!
Pero
aquí están, uno detrás de otro,
arrancado
cada uno, de los brazos
amorosos
que cobijaron sus miedos;
aguardando
turno en esa lúgubre fila
con
destino directo al averno.
Nunca
sus huesos temblaron tanto,
ni
siquiera en las negras noches
de
tormenta, así se sintieron.
Desnudos
y presa del terror más frío,
esperan
su turno, mientras
la angustia resbala entre sus ojos;
y
sus bocas sin palabras, solo piden un beso.
En
Auschwitz,
el
llanto de los niños se pierde
entre
la soledad y el cianuro de cristal.
En
Auschwitz,
el
llanto de los niños grita
y
el mundo… debe callar.