Por
el sendero
me
acompañan los trinos
de
los gorriones.
Lo
aguantan casi todo
ni
el invierno los calla.
Azrael Adhara
Por
el sendero
me
acompañan los trinos
de
los gorriones.
Lo
aguantan casi todo
ni
el invierno los calla.
Azrael Adhara
trenzada
con rimas de paz
“adorná”
de cascabeles
y
“pintaíta” de bondad.
La
pintaré con el canto
de
los pájaros del bosque
y
también con la mirada
de
mil niños a la par.
Te
bordaré las blusitas
con
los rumores del mar
y
tejeré tus pañales
con
hilos de bruma estelar.
También
te haré una toquilla
de
amaneceres suaves
y
coseré en cada esquina
caracolas
“plateás”.
Cuando
el sueño te rinda
tocaré
al piano una nana
con
delicados acordes
y
un arpegio de cristal
para
que sueñes mi niño
que
por fin murió la guerra...
para
que sueñes mi niño
que
por fin
llegó la paz.
Azrael
Adhara
“Las
hojas muertas”
danzan
en el teclado
entre mis dedos
y
el gato silencioso
saluda
con la cola.
Azrael Adhara
escondido en el patio,
nadan las carpas
mientras espero
silenciosa y serena
que llegues pronto.
Huele la tierra
a perfume de lluvia
como tu pelo.
Azrael Adhara
En
un lugar de la mancha de sangre encontrada en el peluche, técnicos del
laboratorio de dactiloscopia, ataviados con sus inmaculadas batas y sus
asépticos guantes, han encontrado una huella parcial y la han confrontado con
la base de datos de los ficheros informáticos policiales; pero “Clara” no ha
encontrado ninguna correspondencia.
Clara
con sus tres terabytes y sus tres generadores diésel de dieciocho cilindros no
ha sido capaz de encontrar datos del asesino, ni siquiera pistas que nos
permitan analizar su perfil.
Es
veintidós de septiembre, se muere el verano y un chiquillo llora desconsolado en la escena del crimen mientras
recibe el apoyo psicológico ofrecido por las Fuerzas de Seguridad del Estado.
Es Alonso y no puede articular palabra. Tan chiquito y tan solo, gime encogido
entre tanta barbarie y los cuerpos sin vida de sus padres y de su hermana, esa
que llegó de otras tierras con su sonrisa nueva pendiente de estrenar.
… …
… … … …
Alonso
tiene siete años; y en la base de datos de Clara solo estamos los mayores de
catorce.
Azrael Adhara
Playa
sin sol.
Veintidós
de septiembre
muere
el verano.
Las
caracolas
arrastran
los amores
de
las sirenas
y
el desespero
ha
anidado en mi alma
sola
en el puerto.
El
arma letal ha llegado de lejanos territorios asolando Europa y Norteamérica.
Los
caídos son muchos, casi todos.
Las
listas reflejan día a día el número de muertos con una proporción geométrica
casi perfecta. El Primer Mundo sucumbe sin piedad ante la sindemia que
silenciosa está ejecutando su venganza ante la brutal situación de los países
explotados.
Muere
el verano
cuando
se esconde el amor
entre
las rocas
como
aquella sirena
que
sucumbió a tu voz.
Mientras
cantan los grillos
en
la laguna
espero
tras la puerta
que
no pases de largo.
y nadie lo quiere comprar.
Quiero cantarle a la luna
y nadie me va a callar.
Aunque no compren mi sueño
ni escuchen mi cantar
seguiré cantando y soñando,
que ya todo me da igual.
Va despertando el día y mientras la luz se
derrama sobre las viñas entra septiembre por la puerta del albero.
Vendimiadores curtidos recogen el preciado tesoro y en el lagar, los pies de
Baco bailan al son de la tierra mientras nace el mosto por bulerías.
Había una vez una niña, llamada Mariquilla, que era hija de una pobre viuda que al ser tan pobre casi nunca
comía pasteles ni chuches.
Un día la madre de Mariquilla le dijo que
fuera a la carnicería a comprar asadura para la cena, ya que ni siquiera tenían
dinero para carne.
Le dio una moneda, y le
rogó encarecidamente que no se entretuviese por el camino, ni que se distrajese
jugando.
Pero Mariquilla, se
encontró con unos amiguitos y al viejo que vendía las manzanas de caramelo, no
se pudo resistir y gastó el dinero que tenía para la asadura en una deliciosa manzana!
Se relamía comiéndosela y jugó, jugó con sus amiguitos toda la tarde hasta la
anochecida. Cuando se dio cuenta, la carnicería estaba cerrada, y el dinero… se
lo había gastado en su manzana de caramelo!
Mariquilla recordó que
en la tarde anterior, había muerto el viejo más viejo del pueblo, y cautelosa
emprendió el camino del cementerio. Cuando llegó, actuó sigilosa y abriendo la
tumba y la barriga del viejo más viejo, le sacó la asadura, y diligentemente
volvió a casa.
Su madre preparó la
cena y ambas cenaron la asadura del viejo que ya sabemos.
Terminaron de cenar y
marcharon a descansar, pero ya en la cama, Mariquilla oía una voz que le decía:
-Mariquilla illa illa,
devuélveme la asadura ura ura que me quitaste en la sepultura! Mira que estoy
en la puerta de tu casa!
Y decía Mariquilla; ay
mamaíta quien será?
Y contestaba su madre:
cállate hijita que ya se irá!
Mariquilla illa illa,
devuélveme la asadura ura ura que me quitaste en la sepultura! Mira que estoy
ya dentro, frente al fogón!
Y decía Mariquilla; ay
mamaíta quien será?
Y contestaba su madre:
cállate hijita que ya se irá!
Mariquilla illa illa,
devuélveme la asadura ura ura que me quitaste en la sepultura! Mira que estoy
entrando en tu habitación!
Y decía Mariquilla; ay
mamaíta quien será?
Y contestaba su madre:
cállate hijita que ya se irá!
Mariquilla illa illa,
devuélveme la asadura ura ura que me quitaste en la sepultura! Mira que estoy a
los pies de tu cama!
Y decía Mariquilla; ay
mamaíta quien será?
Y contestaba su madre:
cállate hijita que ya se irá!
( Bueno… este cuento me
lo contaban de pequeña, y claro… era el cuento de nunca acabar, porque
imaginando el final, terminaba dormida antes de oírlo; y a la noche siguiente…
otra ración de Mariquilla y la asadura... pero yo te voy a contar como acabó todo).
Al día siguiente, ya de amanecida, Mariquilla no salió a desayunar ni a ayudar en la cocina, y su madre la llamaba: Mariquillaaaaa illa illa, Mariquilla illa illa!
La madre de Mariquillla
un poco enfadada al no recibir respuesta, fue a despertarla, pero… Mariquilla
illa illa, no iba a despertar nunca, estaba en su cama destripada sobre un gran charco de sangre y sin su
asadura ura ura!
Ea! Se acabó, dime si
te gustó!
viendo
en la mañana como la belleza
se
oscurece ante tus ojos.
Pierrot,
solo vislumbro
tu
breve y leve sonrisa en el ocaso
cuando
va cayendo la noche
y
sales al encuentro de la Dama Blanca.
Ella
te mira y te ilumina levemente
mientras
tú le cantas
la
más bella canción de amor
sin
máscara ni disfraz.
Por
un instante, tu corazón
late
de gozo y te embarga
el
placer que su presencia te otorga.
Pierrot,
iluminado por su tenue
y
dulce luz estás bellísimo
y
casi pareces feliz.
………………
Oh,
mi querido Pierrot,
volviste
a quedarte solo;
fíjate
que ya amaneció,
ya
se fue tu Dama Blanca
y
solito te dejó… mientras yo
te
sueño cada noche
intentado
curar la herida
de
tan cruento desamor.
Pierrot,
tú y yo nos sentimos miserables
y
despojados de toda ilusión,
soñando
cada noche
con
ese amor que no nació.
Oh,
mi querido Pierrot,
la
máscara y el disfraz
según
cuentan las leyendas
y
los cantares del carnaval
nos
han regalado miles de versos
y
la fatal inmortalidad.
Azrael
Adhara