En la húmeda frialdad de la tumba,
entre hongos, gusanos y mohos,
calado de lluvia oscura y
envuelto entre tinieblas,
vive un corazón.
Un corazón
que late con pulso febril
ajeno a la muerte, sometido
a la eternidad del amor,
y condenado
a desposarse con la soledad.
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